Un 17 de junio de 1885, la Estatua de la Libertad arribó al puerto de Nueva York a bordo de la fragata francesa Isère.
Este emblemático monumento, diseñado por Frédéric Auguste Bartholdi y construido con la colaboración de Gustave Eiffel, fue un regalo de Francia a Estados Unidos para celebrar la amistad entre ambas naciones y los valores compartidos de libertad y democracia.
Desde entonces, la estatua se convirtió en un símbolo de esperanza para millones de inmigrantes que llegaban a Estados Unidos y en un icono global que representa los ideales de justicia, libertad y oportunidad. Su llegada marcó un momento histórico en la cultura y política estadounidense, consolidando su imagen como tierra de promisión.