El 14 de diciembre de 2004, el presidente francés Jacques Chirac inauguró el Viaducto de Millau, el puente más alto del mundo en ese momento, con pilonos que alcanzan más de 340 metros de altura sobre el valle del río Tarn.
La obra, diseñada por el ingeniero Michel Virlogeux y el arquitecto Norman Foster, se convirtió en un ícono de la ingeniería contemporánea y de la integración territorial europea.
Más allá de su récord técnico, el Viaducto de Millau simboliza la relación entre infraestructura, medio ambiente y turismo, al transformar una ruta congestionada en un corredor rápido y al mismo tiempo en atractivo paisajístico. Desde aquel 14 de diciembre de 2004, el puente es referencia obligada en debates sobre grandes obras, impacto ambiental y la capacidad de la arquitectura para redefinir el paisaje.