Durante la Segunda Guerra Mundial, el 27 de mayo de 1941, la flota británica localizó y hundió al acorazado alemán Bismarck en el Atlántico Norte.
Este evento fue decisivo para el control naval de los Aliados en el océano Atlántico. La operación culminó con la muerte de 2.086 tripulantes alemanes y representó un duro golpe para la Kriegsmarine, debilitando la capacidad alemana para amenazar las rutas marítimas aliadas.