El 29 de mayo de 2008, Islandia fue sacudida por un terremoto de magnitud 6,1 en la escala de Richter, que causó 28 heridos y generó alarma en la población por la actividad sísmica en la región.
Ese mismo día, la tormenta tropical Alma tocó tierra en León, Nicaragua, provocando la muerte de once personas y la desaparición de cuatro, además de daños significativos en varios países de Centroamérica.
Estos eventos naturales recordaron la vulnerabilidad de las comunidades ante fenómenos climáticos y geológicos, y la importancia de la preparación y respuesta ante desastres.