Un 15 de abril de 1915 , en el Teatro Lara de Madrid, el público asistió a un estreno que marcaría un hito en la historia de la música española. Se trataba de El amor brujo , una obra del compositor Manuel de Falla , que fusionó el alma del flamenco andaluz con la sofisticación de la música clásica, y dio voz a la España más profunda, mágica y ancestral.
La obra, concebida originalmente como una “gitanería en un acto”, fue pensada para la gran bailaora Pastora Imperio , cuya madre, la cantaora Rosario Monje «La Mejorana», colaboró en la gestación del argumento. Con guion de Gregorio Martínez Sierra , El amor brujo relataba la historia de Candela , una joven gitana perseguida por el espíritu celoso de su difunto amante, en una mezcla de realismo mágico, superstición y redención.
El estreno no fue fácil. La propuesta de Falla —que unía cante jondo, danza, narrativa dramática y elementos orquestales— resultó rupturista para el público de la época. La primera versión incluía diálogos hablados, cante flamenco en vivo y una puesta escénica minimalista. La recepción fue tibia. Sin embargo, el tiempo le daría su lugar: El amor brujo evolucionó, fue revisada por el propio Falla en 1916 y 1925, y se convirtió en una de las obras más emblemáticas de su repertorio.
Entre sus pasajes, destaca la icónica “Danza ritual del fuego” , una pieza que hoy es símbolo de la música española en el mundo, y que sigue estremeciendo escenarios con su intensidad hipnótica.
La obra no solo redefinió el lugar del flamenco en la música académica, sino que también reafirmó a Falla como uno de los grandes compositores del siglo XX. Su capacidad para entrelazar las raíces populares con una sensibilidad universal se convirtió en El amor brujo en un emblema de la identidad cultural española.
A 109 años de aquella noche en el Teatro Lara, la obra sigue viva en teatros, salas de concierto y cuerpos de danza de todo el mundo. Y cada vez que suena el primer acorde, el embrujo vuelve: ese que mezcla amor, misterio y arte en su forma más pura.