Dicen que nunca se rinde, y es cierto. El partido ante la Juventus fue el claro ejemplo.
El Sevilla estaba en la lona tras el gol de Vlahovic, pero no entregó la cuchara. Se puso cabezón. La Europa League, antiguamente conocida como Copa de la UEFA, es su competición. Y no iba a despedirse de ella con tanta facilidad. Los goles de Suso y Lamela, este último en la prórroga, meten al rey de la competición en su séptima final, donde se medirá a la Roma. Las seis anteriores las ganó.
El partido, más que de Europa League, fue de Champions. Dos grandes de Europa pelearon de poder a poder por el billete para la final de Budapest. El intercambio de golpes pudo caer de cualquier lado, aunque es cierto que el Sevilla hizo más méritos para dejar K.O. a su rival. La primera parte nos dejó un combate nulo con protagonismo para los dos porteros. Bono y sobre todo Szczesny evitaron que el marcador se abriese en los primeros cuarenta y cinco minutos.
Ninguno de los veintidós hombres que salieron de inicio pudieron cambiar el marcador inicial. Los entrenadores tuvieron que echar mano de su banquillo para romper el duelo, y vaya que si lo hicieron. Más bien lo dinamitaron. Nada más saltar al verde del Pizjuán, Vlahovic aprovechó un error de la zaga hispalense para adelantar a la Juventus. SIn tiempo para la réplica, Suso, que también acababa de entrar, soltó un latigazo que devolvió la paridad a la eliminatoria.
Espoleado por el gol, el Sevilla lo intentó hasta el final sin premio. Ya en la prórroga, Lamela, otro de los revulsivos, aprovechó un centro de Bryan Gil para batir al meta ‘bianconero’ y mandar de cabeza a los hispalenses a su séptima final. Será la primera de Mendilibar en su primera participación. Un técnico acostumbrado a lidiar con el barro que luchará por la gloria en Budapest. Lo hará ante uno de los técnicos más laureados de la historia, José Mourinho, y su Roma. Lo que es el fútbol.