¿QUÍEN GOBIERNA CUANDO MILEI PIERDE EL CONTROL? LA SALUD EMOCIONAL DEL PRESIDENTE BAJO LA LUPA

Foto Perfil

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Y a menudo explosivo, lo que desde su irrupción en la escena política, Javier Milei ha construido un personaje disruptivo, frontal, ya menudo explosivo.

Lo que comenzó como una rareza televisiva pronto se convirtió en un fenómeno electoral. Pero ahora, a casi un año y medio de su asunción como Presidente de la Nación, su comportamiento emocional comienza a ser motivo de preocupación política e institucional.

No se trata ya de sus exabruptos en televisión o redes sociales. Tampoco del uso sostenido de insultos y descalificaciones para nombrar a opositores, periodistas, o incluso mandatarios extranjeros. La pregunta que empieza a flotar en pasillos, redacciones y embajadas es más profunda:
¿Está Javier Milei emocionalmente preparado para ejercer la presidencia de la Argentina?

El estilo Milei: ¿auténtico o peligroso?

A Milei se lo ha visto gritar en actos públicos, vociferar en entrevistas, descalificar a periodistas con furia y hasta responder con insultos o memes agresivos desde su cuenta presidencial. Lo que para algunos es una muestra de “autenticidad” o rebeldía anti-casta, para otros empieza a ser la expresión pública de una inestabilidad emocional preocupante.

Periodistas como Carlos Pagni o Alejandro Bercovich han insinuado que hay gritos, insultos y decisiones intempestivas dentro de la Casa Rosada . Funcionarios renunciados, cambios sin explicación y reacciones desmedidas ante críticas mínimas, empiezan a perfilar un patrón.

¿Quién asesora al Presidente cuando está desbordado? ¿Qué tipo de liderazgo ejerce un jefe de Estado que pierde el control frente a un tuit o un título de diario? ¿Qué pasa con el equilibrio de poderes cuando la voluntad del mandatario parece regida por su estado de ánimo?

No hay parte médica, pero sobran los síntomas.

Por supuesto, no hay parte médica ni diagnóstico oficial sobre su salud mental. Sería irresponsable afirmarlo sin pruebas. Pero como sucede en todas las democracias del mundo, el estado emocional y psicológico de quien tiene en sus manos el destino de millones de personas no puede ser un tabú.

Preguntarse por la estabilidad de un presidente no es “golpismo” ni especulación morbosa. Es simplemente ejercer la ciudadanía crítica. Es lo mismo que se hace en países como EE.UU., Alemania o Francia, donde incluso se discute abiertamente la salud física y mental de los jefes de Estado.

Gritar no es gobernar

Milei llegó al poder con el mandato de cambiarlo todo, pero gobernar requiere más que furia y Twitter. Requiere templanza, escucha, capacidad de diálogo y contención. Ninguno de esos atributos parece sobresalir en el repertorio emocional del Presidente.

Y cuando las decisiones se toman con bronca o en soledad, el riesgo ya no es solo para la imagen del gobierno, sino para la institucionalidad del país.

Argentina ya ha vivido demasiado con gobiernos dominados por egos, traiciones o desequilibrios emocionales. Ojalá no tengamos que sumar otra página oscura a esa historia.

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