En un giro que ha generado preocupación y debate en la sociedad argentina, el gobierno nacional de Javier Milei ha avanzado en planes para privatizar complejos turísticos emblemáticos como Chapadmalal y Embalse.
Estos lugares, que durante décadas han sido símbolos de inclusión social y democratización del acceso al mar, ahora corren el riesgo de convertirse en espacios exclusivos para unos pocos.
Chapadmalal, ubicado en la costa bonaerense, tiene un significado especial en la historia social de Argentina. Fue construido en la década de 1950 como parte de una política de turismo social impulsada por el gobierno peronista, con el objetivo de que las clases trabajadoras pudieran acceder a disfrutar del mar, algo que hasta entonces era un privilegio reservado a las elites. Para muchas familias, especialmente aquellas conocidas como «los cabecitas negras», Chapadmalal representó la primera oportunidad de conocer el mar y disfrutar de un descanso en un entorno natural.
Embalse, por su parte, también ha sido un destino popular para familias de bajos recursos, ofreciendo un espacio donde podrían disfrutar de actividades recreativas y turísticas sin tener que enfrentar los altos costos asociados con los complejos privados.
La decisión del gobierno de privatizar estos complejos turísticos marca un punto de inflexión en la política de turismo social en Argentina. Si se concreta, esta medida podría limitar significativamente el acceso a estos espacios naturales para las familias de bajos recursos, quienes ya enfrentan dificultades para disfrutar de actividades turísticas debido a los altos costos.
La privatización podría llevar a que estos lugares se transformen en complejos de lujo, con precios inaccesibles para la mayoría de la población. Esto no solo afectaría a los visitantes, sino también a los trabajadores que dependen de estos complejos para su sustento. La pérdida de empleos y la disminución de la actividad económica local serían consecuencias directas de esta decisión.
La privatización de Chapadmalal y Embalse también tiene implicaciones sociales profundas. Estos lugares no solo son destinos turísticos, sino que también representan un patrimonio cultural y social que ha sido construido a lo largo de décadas. La pérdida de estos espacios públicos podría erosionar la cohesión social y la identidad comunitaria, ya que las familias ya no podrían disfrutar juntas de experiencias que han sido parte de su tradición.
Además, la privatización podría desencadenar un efecto dominó en la economía local. Los pequeños comercios y servicios que dependen del turismo masivo podrían verse afectados negativamente, lo que podría llevar a una disminución en la actividad económica y un aumento en la desigualdad.
La privatización de Chapadmalal y Embalse es un tema que debe ser debatido ampliamente en la sociedad argentina. Mientras que el gobierno argumenta que la privatización puede atraer inversión y mejorar la infraestructura, es crucial considerar las consecuencias sociales y económicas a largo plazo. La inclusión social y el acceso equitativo a los espacios naturales son valores que deben ser protegidos y promovidos, especialmente en momentos de incertidumbre económica.
En última instancia, la decisión sobre el futuro de estos complejos turísticos no solo afecta a los visitantes actuales, sino también a las generaciones futuras que podrían verse privadas de experiencias que han sido fundamentales en la construcción de la identidad nacional.