Nick Gaturro, el personaje creado por el humorista gráfico Cristian Dzwonik, conocido como Nik, ha sido objeto de críticas contundentes en el ámbito del humor y la sátira política. Su reciente salida del “closet político” y las acusaciones contra figuras como Aníbal Fernández, “Chiqui” Tapia y Juan Román Riquelme han reavivado un debate sobre su ética profesional y la calidad de su trabajo.
Desde sus inicios, Gaturro ha enfrentado acusaciones de plagio y falta de originalidad. Diversos historietistas han señalado que Nik ha copiado chistes e ideas de creadores reconocidos, incluyendo a Quino, el célebre autor de Mafalda. Esta percepción ha llevado a que muchos en la comunidad artística lo vean como un “bootleg” de Garfield, lo que ha generado un amplio rechazo hacia su figura en el mundo del cómic.
La película “Gaturro”, lanzada en 2010, es un ejemplo claro del fracaso crítico que ha acompañado al personaje. Con una calificación de apenas 27 sobre 100 en portales especializados, la película no solo fue mal recibida por el público argentino, sino que también se cuestionaron los temas tratados, considerados inapropiados para su audiencia infantil. Este fracaso refleja una tendencia más amplia: la incapacidad de Nik para conectar con su público a través de contenido original y relevante.
Recientemente, tras acusar a Aníbal Fernández de meterse con sus hijos, Gaturro se ha presentado como un defensor de la libertad de expresión. Sin embargo, sus comentarios sobre figuras como “Chiqui” Tapia han sido percibidos como descalificaciones vacías que no contribuyen al debate constructivo. Al afirmar que los “Chiqui Tapia” son una mala influencia en la sociedad, Gaturro parece más interesado en llamar la atención que en ofrecer críticas fundamentadas.
El rechazo hacia Nik no se limita a sus trabajos; su presencia en eventos literarios ha sido objeto de boicots por parte de otros autores. En Chile, por ejemplo, su invitación a un festival literario generó un repudio generalizado entre los dibujantes locales, quienes denunciaron su historial de plagios y la falta de ética en su trabajo. Este tipo de reacciones subraya una creciente insatisfacción con su figura dentro del ámbito artístico.
A pesar de sus intentos por posicionarse como un crítico social y político a través de Gaturro, Nick Dzwonik enfrenta un legado manchado por acusaciones graves y una falta de respeto hacia sus colegas. Su reciente salida del closet político parece más un intento desesperado por relevancia que un compromiso genuino con los valores que dice defender. La comunidad artística continúa cuestionando su integridad y capacidad creativa, lo que plantea serias dudas sobre el futuro del personaje y su creador en el panorama cultural argentino.