El neoliberalismo, con su énfasis en el individualismo y la meritocracia, se contrapone a la antigua noción de comunidad y pueblo que ha sido fundamental en la cultura y política argentina, especialmente durante el peronismo. Recuperar esta conciencia colectiva es clave para enfrentar las crisis sociales y económicas actuales.
El neoliberalismo no es una ideología nueva, sino una corriente que tiene profundas raíces históricas, que incluso en algunas de sus premisas se contradicen con valores religiosos presentes en el evangelio, que promueve la hermandad y el cuidado del otro. Mientras el neoliberalismo fomenta el esfuerzo individual como única vía de progreso —la llamada meritocracia—, esta visión olvida que la fuerza verdadera de un pueblo radica en la construcción colectiva y la solidaridad entre sus miembros.
En Argentina, el concepto de comunidad y pueblo existe desde mucho antes del peronismo, pero fue durante los años 40 que esta idea política se enfatizó tomando a la sociedad como un todo interconectado, articulando políticas que promovían la justicia social en la práctica comunitaria. Al privilegiar el individualismo, el neoliberalismo rompe este tejido social que sostiene a la comunidad, generando divisiones y debilitando el sentido de responsabilidad compartida.
Esta ruptura se refleja en las crecientes crisis económicas, sanitarias y sociales que vive Argentina, donde la desesperación hace que incluso quien cree en la salida colectiva pierda el rumbo, aceptando cualquier trabajo sin cuestionar relaciones de desigualdad o injusticia. La lógica neoliberal impone valores que erosionan la fe en el otro y en la posibilidad real de una sociedad organizada para el bienestar común.
En contraposición, cuando el pueblo recupera la conciencia de comunidad organizada —algo profundamente ligado a nuestras raíces culturales y religiosas— mejora la calidad de vida en lo colectivo y lo individual: la salud mental se fortalece, la ansiedad disminuye, la economía cotidiana se estabiliza, y el disfrute de la vida deja de ser un lujo. El peronismo, en su esencia, no inventó sino que profundizó esta práctica, haciendo ejercicio real de pueblo y comunidad, sin importar etiquetas políticas.
En tiempos de profundas divisiones y crisis, recuperar el sentido de pueblo y comunidad deja de ser un eslogan para convertirse en una necesidad vital para que Argentina pueda construir un futuro de salud, igualdad y bienestar para todas las generaciones que vienen.