El presidente Javier Milei mantuvo este lunes una reunión clave en la Casa Rosada con Scott Bessent, secretario del Tesoro de los Estados Unidos, en el marco de la nueva etapa de relaciones económicas bilaterales.
El encuentro se produjo tras el anuncio de la liberación del cepo cambiario y la aprobación de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), marcando un giro decisivo en la política exterior y económica argentina.
La visita de Bessent, acompañado por altos funcionarios del Tesoro estadounidense y de la Embajada, fue interpretada como un respaldo explícito a las reformas económicas impulsadas por Milei. El gobierno argentino, representado por el ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, entre otros, buscó consolidar el apoyo internacional necesario para sostener el nuevo rumbo económico y garantizar el acceso a los mercados de crédito.
El acuerdo con el FMI, que prevé un desembolso inicial significativo y compromete a la Argentina a reformas estructurales y revisiones periódicas, se convierte en el pilar financiero de esta nueva etapa. Además, la posibilidad de acceder a líneas de crédito especiales y el apoyo de organismos multilaterales refuerzan la estrategia de alineamiento con Washington.
El clima de sintonía entre Milei y la administración estadounidense remite inevitablemente a la política de “relaciones carnales” de los años 90, cuando la Argentina de Carlos Menem se alineó incondicionalmente con Estados Unidos. Sin embargo, el contexto actual es diferente: la dependencia económica es más profunda, la vulnerabilidad externa mayor y la capacidad de negociación más limitada.
El gobierno de Milei busca avanzar en acuerdos de libre comercio y atraer inversiones en sectores estratégicos como energía, minerales y tecnología, aunque enfrenta desafíos tanto internos como externos. La falta de aliados regionales y la necesidad de financiamiento refuerzan la apuesta por una relación preferencial con Estados Unidos.
El relanzamiento de la relación bilateral y el nuevo endeudamiento con el FMI reavivan el debate sobre la soberanía política y la dependencia económica. Para muchos analistas y sectores críticos, el acuerdo implica una pérdida de autonomía en la toma de decisiones y una deuda a largo plazo de difícil repago, bajo la estricta supervisión de organismos internacionales y con condicionalidades que limitan el margen de maniobra del Estado argentino.
El diseño del acuerdo prevé controles periódicos y la imposición de metas fiscales y monetarias, lo que, según los críticos, perpetúa un ciclo de endeudamiento y ajuste que condiciona el futuro del país.
La reunión entre Milei y Bessent sella una nueva etapa de “relaciones carnales” con Estados Unidos, en un contexto de mayor dependencia financiera y menor margen de soberanía. El respaldo de Washington y el FMI otorga al gobierno argentino un respiro inmediato, pero a costa de compromisos de largo plazo que reavivan viejos fantasmas de subordinación y endeudamiento estructural. La historia parece repetirse, aunque en un escenario global más incierto y con desafíos aún mayores para la autonomía nacional.