El 14 de diciembre de 1911, el explorador noruego Roald Amundsen y su equipo alcanzaron por primera vez el Polo Sur geográfico, coronando una de las carreras científicas y geopolíticas más intensas de la historia de las exploraciones polares.
La expedición, apoyada en trineos tirados por perros, navegación precisa y un detallado cálculo de provisiones, se adelantó a la del británico Robert Falcon Scott y situó a Noruega en el centro del mapa antártico en plena era de las grandes potencias.
Más de un siglo después, aquel 14 de diciembre sigue siendo un hito para la ciencia y la cooperación internacional en la Antártida, hoy regida por tratados que la consagran como un continente dedicado a la paz y la investigación. El contraste entre la épica individual de Amundsen y el presente de estaciones multinacionales funcionando todo el año muestra cómo la exploración extrema terminó abriendo el camino a la diplomacia científica y al debate sobre el cambio climático en el Polo.