El 15 de julio de 1799 se descubrió en Egipto la Piedra de Rosetta, una losa de gran importancia arqueológica que permitió descifrar los jeroglíficos egipcios, hasta entonces un misterio.
Esta pieza contenía un mismo texto en tres escrituras diferentes: jeroglífica, demótica y griega, lo que facilitó la traducción. Su hallazgo fue fundamental para entender la civilización egipcia antigua y abrió una nueva era en la egiptología y el estudio de las lenguas antiguas.