El «Nunca Más» es una frase que carga con un peso histórico y moral profundo en la memoria argentina. Representa el compromiso colectivo con la verdad, la justicia y la dignidad de las 30.000 víctimas de la dictadura, un pasado oscuro que no puede ni debe ser utilizado como bandera vacía o herramienta electoral. Sin embargo, en el escenario político actual, el relato libertario insiste en desdibujar este compromiso con un uso banalizado y oportunista de la memoria.
Un caso paradigmático es el del intendente de Tres de Febrero y candidato a senador bonaerense por la Primera Sección Electoral, Diego Valenzuela. En sus redes sociales —particularmente en X—, Valenzuela lanza mensajes con claras intenciones electorales, como el reciente post viral: «¡Si no votas vos, votan ellos con sus aparatos y militantes!», acompañado de un video que denuncia la supuesta corrupción del kirchnerismo. Sin embargo, en esa relación quedamente selectiva, omite un silencio evidente sobre las denuncias que involucran a su círculo más cercano, como las supuestas coimas vinculadas a Karina Milei. Esa doble vara exponen un mandato doble: denunciar al adversario con todo mientras se ocultan las propias irregularidades.
Esta contradicción no se detiene allí. Más allá de la prédica, la puesta en práctica de Valenzuela contradice sus palabras de defensa del voto «libre y sin presión». No sólo ha colaborado para que el espacio libertario «Libertad Avanza» incluya como candidato a concejal en San Martín a un empleado suyo municipal —Hernán Giaccio, funcionario de la Secretaría de Trabajo y Producción—, sino que ha convertido el propio aparato municipal en un operador electoral, donde gran parte de los empleados municipales son movilizados para fiscalizar y asegurar la presencia de la boleta afín. De hecho, circulan rumores inquietantes, que indican incluso una solicitud a maestras de jardines de infantes para que insistan ante los padres sobre la importancia de ser fiscales de Libertad Avanza.
Este tipo de maniobras revela la verdadera cara de un discurso que intenta pararse como irreverente contra «los aparatos y los militantes», mientras sin duda en usar a esos mismos aparatos y militantes para su beneficio electoral. La hipocresía subyace a una relación que pretende presentarse como la alternativa ética frente al peronismo y la izquierda, pero que reproduce las peores prácticas políticas.
En el fondo, el relato libertario está desdibujando el valor del «Nunca Más» al transformarlo en un mero recurso retórico, perdiendo la esencia de una memoria que exige responsabilidad, justicia y sinceridad. Cuando esa memoria es manipulada con multas electorales y se mezcla con prácticas políticas clientelistas, toda la democracia pierde.
Es urgente reclamar coherencia y respeto por la historia y las instituciones. La política no puede seguir siendo un juego de aparatos ni un escenario para la banalización del dolor y la memoria colectiva. Los argentinos merecemos un debate honesto, donde la defensa de los derechos humanos se mantenga firme y las prácticas políticas no contradigan los discursos.