La basílica de Santa Sofía en Constantinopla, actual Estambul, se inauguró el 27 de diciembre del año 537 como una obra maestra de la arquitectura bizantina bajo el emperador Justiniano I.
Esta estructura monumental, con su cúpula de 32 metros de diámetro, simbolizó el poder del Imperio Bizantino y sirvió como catedral principal durante casi mil años. Su diseño innovador influyó en la arquitectura otomana tras la conquista de 1453, cuando se convirtió en mezquita, y hoy es un museo que atrae a millones de visitantes.
El evento marcó un hito en la historia religiosa y cultural, fusionando arte, fe y poder imperial en un edificio que resiste el paso del tiempo.