Ignacio Quirós fue uno de esos actores que se ganaron el respeto de la crítica y el cariño del público a fuerza de oficio, versatilidad y una presencia inconfundible. A 26 años de su muerte, su nombre vuelve como efeméride pero también como símbolo de una generación de intérpretes que hicieron grande al teatro, el cine y la televisión argentinos.
Orígenes y llegada a la Argentina
Ignacio Quirós nació el 4 de junio de 1931 en Vigo, en la provincia de Pontevedra, Galicia, bajo el nombre de José Ignacio Francisco Javier Rodríguez Meléndez. Llegó a Buenos Aires siendo un niño, en 1937, cuando su familia decidió dejar atrás la Guerra Civil española y radicarse de manera definitiva en la Argentina. Esa mudanza marcaría el inicio de una vida profundamente ligada a la cultura porteña, donde “Nacho” se convertiría en un gallego más porteño que muchos nativos.
De estudiante de medicina a actor de raza
Antes de volcarse de lleno a la actuación, Quirós inició la carrera de Medicina, pero la atracción por el escenario terminó imponiéndose. Empezó en el teatro universitario y luego se integró al Instituto de Arte Moderno, donde desplegó sus puntos dramáticos en obras como “Esquina peligrosa”, “Verano y humo”, “Las brujas de Salem” y “Calígula”, entre otras. Rápidamente fue visto como un intérprete sensible, intenso y muy dúctil, capaz de moverse con solvencia entre el drama, el suspenso y el teatro clásico.
Teatro, Comedia Nacional y Consagración Escénica
Su gran impulso teatral llegó a mediados de los años 50 con papeles protagónicos en salas comerciales porteñas, como el Teatro Presidente Alvear, donde encabezó la obra “Y la respuesta fue dada”. Más tarde integró la Comedia Nacional, participando en puestas de alto nivel como “El jardín de los cerezos” de Antón Chéjov, que recibió excelentes críticas y terminó de consolidarlo como un actor de carácter. Fue un nombre habitual de la cartelera durante décadas, respetado por colegas y directores por su rigor y profesionalismo.
Cine: del galán severo al patriota Belgrano
Dueño de una gran fotogenia, debutó en cine en 1957 con “Cinco gallinas y el cielo”, de Rubén Cavallotti, ya partir de allí encadenó casi treinta películas. Participó en títulos clave del cine argentino como “El Jefe”, “En la ardiente oscuridad”, “La patota”, “Los guerrilleros”, “Bajo el signo de la Patria” y “Comedia rota”, entre otros. En “Bajo el signo de la Patria”, dirigido por René Mugica, encarnó nada menos que a Manuel Belgrano, un papel que mostró su capacidad para combinar intensidad dramática con una composición sobria y comprometida.
Radio y una voz reconocible
Además del teatro y el cine, Quirós tuvo una fuerte presencia en la radio, un medio central en la cultura argentina del siglo XX. Participó en el histórico ciclo “Las Dos Carátulas”, donde cada semana se emitía una obra completa, y allí se lució en numerosos personajes que reforzaron su perfil de actor versátil. Su voz grave y firme se volvió familiar para el público, incluso para quienes no lo identificaban de inmediato por su rostro.
Televisión: del teleteatro al policial
Con la expansión de la TV, Quirós también fue figura en ficciones de distintos géneros: telenovelas, unitarios, comedias y policiales. Formó parte de programas como “Extraño interludio”, “División Homicidios”, “Malevo”, “El infiel”, “Bianca”, “Poliladron” y “Como pan caliente”, entre otros. En “División Homicidios” asumió el papel del inspector Baigorri, un personaje que explotaba su porte serio y su capacidad para el contenido dramático, y que quedó en la memoria de la audiencia de fines de los 70.
Los últimos años y su despedida.
En 1988, mientras actuaba en Mar del Plata en la obra “Cosquillas”, debió ser internado por problemas cardiovasculares, un episodio que anticipó un deterioro de salud progresivo. A fines de 1999 fue hospitalizado en el Alemán a causa de un cáncer fulminante y murió el 12 de diciembre de ese año, a los 68 años. Sus restos fueron sepultados en el panteón de la Asociación Argentina de Actores, en el cementerio de la Chacarita, un destino que lo inscribe simbólicamente en la historia grande de la escena nacional.
Un legado vigente en la memoria del espectáculo.
A la distancia, Ignacio Quirós es recordado como un “actor de raza”, expresión que aparece en las necrológicas y perfiles que repasaron su trayectoria al momento de su muerte. Su figura encarna a esa generación de intérpretes formados en el teatro, que supieron dar el salto al cine, la radio y la televisión sin perder nunca la raíz escénica ni la búsqueda de profundidad en cada personaje. A 26 años de su partida, la efeméride del 12 de diciembre funciona como una oportunidad para rescatar su nombre y reponerlo ante las nuevas audiencias, como el gallego que se volvió uno de los actores más porteños de la cultura argentina.