En la VI Brigada Aérea de Tandil se inició la capacitación técnica para familiarizar a suboficiales con el avión de combate F-16, un paso que se presenta como un avance en la modernización de la Fuerza Aérea Argentina. Sin embargo, esta operación genera más preguntas que certezas sobre su verdadera dimensión y viabilidad.
Actualmente, solo un avión F-16 se encuentra en el país, un modelo biplaza para formación, mientras que la compra de 24 aviones usados a Dinamarca, con cerca de 40 años de servicio, no tiene fechas claras de entrega ni garantías sobre su estado operativo. Expertos en defensa advierten que se trata de una adquisición de material antiguo y con limitaciones técnicas, que podría convertirse más en un problema que en una solución para la capacidad aérea nacional.
Especialistas como Hernán Longoni y Sergio Eissa señalan que solo la mitad de los aviones estarían en condiciones de vuelo y que la modernización necesaria para el resto no podría realizarse en Argentina, lo que implica depender de proveedores externos y enfrentar restricciones para acceder a armamento avanzado. Además, recuerdan que estos cazas usan hidracina, un compuesto tóxico que requiere cuidados especiales en mantenimiento, y que la infraestructura actual podría no estar preparada para su operación óptima.
Desde el punto de vista estratégico, también se cuestiona si la compra responde a una amenaza concreta para el país o si se ha considerado adecuadamente la política de defensa nacional vigente. Algunos expertos advierten que la dependencia tecnológica y política de Estados Unidos limita la autonomía operativa, ya que el acceso a actualizaciones y armamento puede ser bloqueado por razones geopolíticas.
Roberto C. López, asesor en defensa, alerta que la compra implica adquirir aviones con pocas horas remanentes de vuelo y con restricciones en aviónica y armamento, lo que podría transformar esta inversión millonaria en un problema logístico y operativo. Por su parte, voces críticas del kirchnerismo cuestionan la oportunidad de la operación en medio de una crisis económica y dudan de la transparencia y planificación detrás del acuerdo.
Por otro lado, la alineación política con Estados Unidos y la presión geopolítica en la región influyen en la decisión, aunque esto genera tensiones con otros actores como China y el Reino Unido, que mantienen vetos y restricciones sobre tecnología militar.
En definitiva, la capacitación en Tandil es apenas un primer paso en un proceso lleno de incertidumbres. Más que un avance concreto, la incorporación de los F-16 parece estar envuelta en una campaña publicitaria que no despeja las dudas sobre la viabilidad técnica, estratégica y económica de esta compra.