Venezuela bajo Nicolás Maduro no encaja en el molde de una dictadura clásica como las de Jorge Rafael Videla en Argentina o Augusto Pinochet en Chile, pese a las violaciones a derechos humanos documentadas. Aunque se reconocen elecciones manipuladas, opacidad en resultados y presos políticos, el régimen mantiene elecciones formales y espacios de disidencia ausentes en los golpes militares de los 70.​

Diferencias con dictaduras clásicas

No existen en Venezuela campos de concentración masivos, apropiación sistemática de niños ni torturas generalizadas con picanas o métodos como los de la ESMA o Villa Grimaldi. La represión es selectiva, ligada a protestas postelectorales, pero sin el terror estatal totalitario de aquellas épocas.​

Expertos clasifican el caso como autoritarismo híbrido o electoral, con cooptación institucional gradual, no un golpe directo con tanques.​

Violaciones, pero no equivalentes

Se destacan detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas puntuales, como las 459 reportadas por Foro Penal tras las elecciones de 2024, pero en un contexto de «autoritarismo caótico» moderno, no genocida. La idea de dictaduras «buenas» o «malas» simplifica: una dictadura es o no es, y Maduro opera en un modelo poco transparente con rasgos autoritarios, lejos de la brutalidad clásica.​

Rol geopolítico del petróleo

Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo (cerca de 300 mil millones de barriles), atrayendo intereses de EE.UU. para un cambio de manos que asegure suministros estables. Comparar a Maduro con Videla o Pinochet ignora estas dinámicas y exagera similitudes, distorsionando el análisis histórico.​

Los pueblos son quienes deben salvar a su nación de gobiernos autoritarios.

Sobre Nosotros

Por Claudio Gambale

Claudio Gambale 47 años , Periodista de Tres de Febrero.