En tiempos donde la coherencia política parece ser un bien escaso, el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, se ha convertido en un caso paradigmático del doble discurso.
Tras su pase a las filas de La Libertad Avanza, espacio que pregona la reducción del Estado y el gasto público, Valenzuela no ha dudado en organizar eventos masivos financiados con fondos municipales, como festivales de cerveza o recitales de rock. Un accionar que, lejos de pasar desapercibido, ha despertado críticas tanto en la oposición como en el propio seno libertario.
La contradicción es evidente. Mientras el discurso oficial de La Libertad Avanza insiste en la necesidad de achicar el Estado y eliminar el “gasto político”, en Tres de Febrero se destinan recursos públicos a actividades recreativas que, aunque populares, no son precisamente esenciales. Los operativos de seguridad, logística y promoción de estos eventos tienen un costo concreto que sale, inevitablemente, del bolsillo de los contribuyentes.
No es casualidad que esta actitud haya generado ruido incluso entre los referentes mediáticos del espacio libertario. Hace unas semanas, Alejandro Fantino, desde su programa en Neura, acusó a Valenzuela de “populista”, un término que en la jerga libertaria equivale a un insulto. La crítica no es menor: ¿cómo justificar ante la militancia y el electorado libertario el uso de fondos públicos para financiar espectáculos mientras se reclama austeridad en todos los niveles del Estado?
La respuesta de Valenzuela suele apelar a la “necesidad de acercar el municipio a la gente” y “promover la cultura local”. Sin embargo, el argumento se desmorona frente a la lógica libertaria que él mismo dice abrazar. Si el Estado debe retirarse de la vida cotidiana y dejar que la iniciativa privada florezca, ¿por qué seguir organizando y financiando eventos que bien podrían ser gestionados por privados?
El caso de Valenzuela expone una de las grandes falacias del discurso anti-Estado: la dificultad de sostener en la práctica lo que se proclama en la teoría. Gobernar implica tomar decisiones concretas, y muchas veces los principios rígidos chocan con la demanda real de la sociedad. Pero lo que no se puede tolerar es la falta de honestidad intelectual: no se puede militar el achicamiento del Estado y, al mismo tiempo, celebrar el “Estado festivo” cuando conviene.
En definitiva, el intendente de Tres de Febrero debería decidir de qué lado está. Porque, como bien le recordaron desde su propio espacio, no se puede ser libertario de día y populista de noche. La coherencia, en política, sigue siendo un valor. Aunque, a veces, parezca en vías de extinción.