Hace 33 años, el 29 de diciembre de 1992, el Senado brasileño aprobaba por abrumadora mayoría el impeachment contra Fernando Collor de Mello, marcando un hito en la joven democracia del gigante sudamericano. Collor, quien asumió en 1990 como el primer mandatario elegido directamente tras 21 años de dictadura militar (1964-1985), cayó envuelto en un escándalo de corrupción que sacudió los cimientos de Brasil y sirvió de precedente para futuros procesos judiciales en la región.
El detonante fue la denuncia de su hermano, Pedro Collor, en las páginas de la revista Veja. Pedro reveló un esquema de corrupción liderado por el tesorero de campaña PC Farias, quien recaudaba millonarios sobornos de empresarios a cambio de favores estatales. Fondos ilícitos financiaban lujos extravagantes: desde autos Ferrari hasta fiestas en Alagoas, estado natal de Collor. El presidente, apodado «el cazador de maharajas» por su campaña anticorrupción, vio cómo su popularidad se desplomaba del 60% inicial a mínimos históricos.
El proceso inició en la Cámara de Diputados el 25 de septiembre de 1992, con 441 votos a favor de la apertura del juicio político (solo 38 en contra). Collor se atrincheró en el Palacio de Planalto, convocando marchas de apoyo y llamando a un referéndum, pero la sociedad civil, liderada por los «Caras-Pintadas» —jóvenes con rostros pintados de colores que llenaron las calles—, exigió su salida. El vicepresidente Itamar Franco asumió el poder, estabilizando el país con el Plan Real en 1994.
El legado de Collor es mixto: su plan económico Collor I confiscó ahorros para combatir la hiperinflación (que superaba el 80% mensual), pero generó caos financiero. En 2025, Collor sigue en el Senado, reelegido en 2022 pese a condenas por corrupción. Su caída inspiró el impeachment de Dilma Rousseff en 2016 y la polarización actual en Brasil bajo Lula da Silva.
Este episodio recuerda que la democracia brasileña, frágil pero resiliente, no tolera la impunidad de sus líderes.
Con AFP.
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