ARGENTINA: ENTRE LA EXPANSIÓN Y EL AJUSTE, UNA ECONOMÍA EN TENSIÓN

En los últimos años, Argentina ha transitado por dos realidades económicas opuestas: mientras 2022 fue un año de expansión con tensiones macroeconómicas, 2024 marcó un ajuste profundo que dejó al país en una contracción económica significativa. Sin embargo, los desafíos estructurales persisten y ponen en duda la efectividad de las políticas de estabilización si no se acompaña de medidas que fortalezcan el mercado interno.

El año 2022 cerró con un crecimiento del PIB entre el 5% y el 5,2%, impulsado principalmente por el consumo privado (+9,4%) y la inversión (+10,9%), según cifras del INDEC y la CEPAL. Sin embargo, este dinamismo estuvo acompañado de una inflación anual del 95% y un déficit fiscal primario del 2,4% del PIB. Aunque los indicadores macroeconómicos reflejaron recuperación post-pandemia, las tensiones inflacionarias y la deuda pública (86% del PIB) evidenciaron desequilibrios que limitaban la sostenibilidad del crecimiento.

En contraste, 2024 fue un año marcado por el ajuste fiscal bajo el gobierno de Javier Milei. La economía se contrajo entre un 3,2% y un 4%, según diversas estimaciones, debido a políticas de austeridad que incluyeron recortes presupuestarios y realineamiento de precios relativos. Aunque estas medidas lograron ciertos avances macroeconómicos, como un superávit fiscal primario del 1,8% del PIB y una reducción de la inflación mensual (de 25,5% en diciembre de 2023 a 4,2% en agosto de 2024), el impacto sobre el mercado interno fue devastador.

La caída del poder adquisitivo y el aumento de la pobreza (57% en enero de 2024) llevaron a una disminución del consumo privado y a un desplome en sectores clave como la industria y el comercio. Además, la inflación acumulada (288% anual en marzo) mantuvo a Argentina como uno de los países más caros en dólares, afectando gravemente al turismo extranjero (-50%) y fomentando la salida masiva de argentinos al exterior (+22,5%).

La historia económica argentina demuestra que ordenar solo las variables macroeconómicas no garantiza expansión sostenida si el mercado interno colapsa. Ejemplos como los años 90 o 2018 evidencian que ajustes profundos sin estímulos al consumo generan recesión prolongada y exclusión social. En este sentido, las políticas actuales corren el riesgo de replicar estos errores: aunque los indicadores fiscales mejoren temporalmente, la contracción del consumo interno podría agravar la crisis estructural.

El desafío para Argentina radica en encontrar un equilibrio entre estabilidad macroeconómica y dinamismo interno. Si bien se proyecta un crecimiento del PIB para 2025 (+5%), impulsado por inversiones en energía y agricultura tras la recuperación climática, este rebote dependerá de políticas inclusivas que prioricen el empleo, los salarios reales y el acceso al consumo. Solo así se podrá evitar que las medidas de ajuste sean percibidas como “pan para hoy y hambre para mañana”.

Argentina necesita aprender de su pasado para construir un futuro más equilibrado: sin un mercado interno sólido, cualquier estabilización económica será insuficiente para garantizar prosperidad a largo plazo.

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