LOS SINDICATOS FRENTE A LA REFORMA LABORAL DE MILEI: ESTÁN AVISANDO QUE NO VAN A LUCHAR, ECHÁNDOLE LA CULPA A LOS TRABAJADORES
En distintos gremios están publicando, con diferentes formas, la siguiente leyenda, que parece haberse transformado en línea de varias organizaciones gremiales: «después no culpes al sindicato ni a tus delegados cuando te toquen el bolsillo.
La reforma no la firmamos nosotros. La firmaste vos con tu voto». La publicación, que fue compartida, por ejemplo, en la planta Alcorta de Coca Cola FEMSA no llevaba membrete, aunque un cartel idéntico sí se publicó en diferentes centros de Logística de Camioneros con su sello oficial. El mensaje es claro: los sindicatos se preparan para NO LUCHAR. El enemigo no es la reforma de Milei, sino el propio trabajador que – dicen – votó mal. La responsabilidad ya no es del patrón, ni del gobierno, ni del sindicato: la culpa es del laburante, que según ellos deberá aceptar su destino sin quejarse. Así, la dirigencia sindical más vieja del continente se recicla como aparato de contención, dispuesta a justificar la ofensiva patronal, con un discurso moralizador, ningunean así al trabajador como si las organizaciones sindicales hubieran encabezado una lucha seria contra la ofensiva del gobierno de Milei. Por Omar Rombolá.
Esta Cúpula gremial es parte del Pacto de Mayo y, cuando el gobierno les restituyó en la negociación de Ley Bases el 1% que se le retiene al trabajador en forma compulsiva en favor de los gremios, abandonaron todo simulacro de lucha.
La angustia de aquellos que ya vimos esta historia, pero ahora redoblada, nos puede llevar también a la tentación de centrar nuestro enojo en el lugar equivocado – debo confesar que me ha pasado y he sentido esa sensación de estar viviendo un Holocausto Zombi -, por ello la cuestión no es que los sentimientos nos manejen sino de intentar una reflexión lo más profunda posible.
Estamos justamente tratando de explicar cómo, sirviéndose de los sentimientos reinantes y manipulación mediática mediante, la ultraderecha captó el voto obrero. Sin embargo, tuvo materiales para servirse que le otorgaron básicamente el Peronismo y la burocracia Sindical.
No se trata de absolver al trabajador de su voto. Cada elección es también un gesto de responsabilidad, aunque a veces desesperado. Pero esa decisión no surge en el vacío: fue cultivada durante años por dirigentes sindicales que, en los lugares de trabajo, predicaron la obediencia y desarmaron toda conciencia colectiva; y por punteros políticos que, en los barrios, cambiaron organización por favores y dignidad por clientelismo. Entre ambos sembraron el individualismo que hoy florece en el voto a Milei: el reflejo de una clase trabajadora que ya no espera nada de nadie, ni siquiera de sí misma.
Cuando, por ejemplo, en una fábrica la obtención de categorías no es producto de un reclamo colectivo llevado adelante por la organización sindical, sino depende del grado de acercamiento del compañero o compañera con miembros de una comisión interna o Cuerpo de delegados o con la directiva del Sindicato o incluso con las Jefaturas, estamos hablando de la construcción de una práctica individualista cimentada durante años por la misma organización gremial, y luego se preguntan, de dónde sale el egoísmo individualista en la Clase Trabajadora.


Cuando el sindicato se transforma en patrón, cuando la lucha se convierte en trámite, el obrero busca castigar a su verdugo votando a otro verdugo, aunque sea el más perjudicado y no vea que en última instancia Milei y la dirigencia Sindical confluirán en acuerdos e intereses.