La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, decidió reinstaurar el nombre de Ramón Falcón en la Escuela de Cadetes de la Policía Federal Argentina, una figura histórica que simboliza la represión estatal violenta contra luchas obreras y populares en la ciudad de Buenos Aires a principios del siglo XX.
Este acto no solo representa una reivindicación de un jefe policial responsable de brutales represiones, sino también una declaración clara sobre el modelo de fuerza que Bullrich busca fortalecer: una policía que reprima impunemente a los sectores populares.
Ramón Falcón fue jefe de la policía de la Ciudad en 1906 y durante su mandato encabezó la represión de la “Huelga de las Escobas” en 1907, donde miles de inquilinos, con un importante protagonismo femenino, protestaban por la reducción de alquileres en los conventillos y mejores condiciones de vida. La respuesta policial fue violenta: desalojos, disparos y el uso de bomberos para dispersar familias trabajadoras. Además, Falcón participó en la “Campaña del Desierto”, un operativo militar genocida contra pueblos originarios. Fue asesinado en 1909 en venganza por su accionar represivo.
Este homenaje histórico no se da en un vacío político. Para sectores que defienden los derechos populares, la reinstauración de su nombre es un símbolo intolerable de apoyo a la represión estatal y a un modo autoritario de control social que mira con desdén a las luchas de la clase trabajadora y los sectores más pobres. La medida fue celebrada sin reparos por el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, quien declaró: “Contundente señal hoy de @PatoBullrich que decidió volver a llamar Ramón Falcón a la escuela de cadetes de la Policía Federal Argentina. El Comisario Falcón fue asesinado por un anarquista en 1909, y el Kirchnerismo le había retirado su nombre a la escuela!”
La felicitación expresa de Valenzuela, figura política que se identifica con la derecha más dura y con posturas de mano dura en seguridad, marca una alianza clara con el ideario represivo que Bullrich promueve para la Policía Federal. Ambos actores políticos parecen coincidir en un modelo de policía que prioriza la criminalización y la violencia contra los sectores populares, bajo la idea de proteger intereses capitalistas y mantener el orden establecido.
Este nombramiento y el respaldo político que recibe constituyen un mensaje de intolerancia hacia el conflicto social y las demandas populares, un retorno simbólico a prácticas de represión que la historia ha juzgado con severidad.