En un contexto económico cada vez más adverso para emprendedores y pequeños empresarios, se observa un fenómeno que resulta paradójico y preocupante: muchas personas permiten estar fundándose en sus negocios y emprendimientos, con un consumo muy bajo que no les permite llegar al día 10 de cada mes, y sin embargo, expresan que votarán nuevamente al gobierno de Javier Milei.
Esta situación pone en evidencia una clara contradicción entre la realidad económica tangible y las decisiones políticas de un sector significativo de la población. La crisis no perdona y se refleja en el cierre de empresas y en la caída del poder adquisitivo de la mayoría, sin embargo, la preferencia política se mantiene inquebrantable hacia un gobierno que, a juzgar por estos testimonios, no ha logrado mejorar su situación económica.
Una de las claves para entender esta paradoja está en la construcción mediática y comunicacional que ha consolidado el gobierno de Milei. A través de un uso estratégico y potente de la comunicación digital, el control de la narrativa en redes sociales y el disciplinamiento de los grandes medios tradicionales, se ha impuesto una imagen que polariza a la sociedad y desplaza otras voces críticas sobre la realidad económica del país.
Además, existe en estos sectores una percepción de que, a pesar de las dificultades actuales, el escenario bajo gobiernos anteriores denominados “kirchneristas” era peor. Esa construcción narrativa, reforzada cotidianamente por los medios y por el propio discurso oficial, logra que incluso las personas que sufren el deterioro económico prefieran continuar “jugando” por la misma carta política, esperando un futuro diferente pese a las señales en contrario.
Este fenómeno también responde a un rasgo cultural que caracteriza al emprendedor argentino: la resiliencia y la autoexplotación. En un entorno de crisis económica crónica, la voluntad de persistir puede convertirse en un apego a discursos que prometen cambios radicales y en una cierta negación de la evidencia propia, que refleja la baja en el consumo, la caída de ventas y la precarización económica diaria.
Esta dinámica no solo evidencia una realidad económica deteriorada, sino también el poder que tienen los medios de comunicación en la formación de opiniones y decisiones electorales, y cómo esta influencia puede descolocar las expectativas y decisiones ciudadanas, incluso cuando la evidencia económica parece ir en sentido opuesto.