ANÁLISIS: DOBLE VARA LIBERTARIA, CUANDO LA CORRUPCIÓN ES SOLO «COSA DE PERSONAS» Y NUNCA DE IDEAS

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En sectores de ultraderecha, especialmente dentro del espacio libertario, se ha instalado una doble vara discursiva frente a la corrupción política. Cuando se trata de sus propios referentes, la defensa habitual es: «Yo voto ideas, no personas». Así, procuran desmarcar la corrupción del partido o la ideología y atribuirla únicamente a ciertos individuos. Esta postura contrasta con los discursos que durante años utilizaron contra el peronismo, donde la corrupción se asociaba directamente con una «idea», una ideología corrupta.

La mayoría de los partidarios de Javier Milei y sus pares rechazan que el liberalismo pueda tener algún vínculo con corrupción o actividades ilícitas. Para ellos, las denuncias contra personajes libertarios serían casos aislados de personas, no una mancha en las ideas que representan. Sin embargo, esta lógica debería aplicarse también al peronismo: si la corrupción es culpa de las personas en el peronismo, y no de la ideología, ¿por qué esa fuerza política sigue siendo calificada como corrupta en esencia?

Esta incoherencia revela más que una defensa partidaria; exponen la voluntad de instalar narrativas que benefician a unos y descalifican a otros, según intereses políticos. El peronismo no es en sí corrupto, pero es continuamente acusado de conspirar contra gobiernos que aplican políticas de ajuste salarial, recortes presupuestarios, desfinanciamiento de universidades, salud y educación pública.

Mientras tanto, la realidad económica muestra una contracara que la fantasía ultra-libertaria ignorante: el cierre masivo de Pymes, el aumento del desempleo y la expansión del empleo informal evidencian que el modelo que enarbolan no genera crecimiento sostenible ni bienestar social. Así, esa defensa de «voto a ideas y no personas» parece una excusa para sostener una mirada parcial y sesgada, que oculta contradicciones y los daños sociales que la misma ideología puede acarrear.

El desafío para el periodismo y la opinión pública es desmontar estas dobles varas, exigiendo análisis coherentes y justos, donde las ideas y prácticas políticas sean evaluadas en conjunto, sin blindajes convenientemente selectivos. Solo así será posible un debate político verdadero y transparente, donde la corrupción no sea una excusa para fundamentar discriminaciones ideológicas sino un problema real a enfrentar con rigor.

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