EL DETERIORO DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA: DEL DEBATE DE IDEAS AL DESPRECIO TOTAL

Foto C5N

En los últimos tiempos, la democracia en Argentina ha sufrido un notable deterioro, marcado especialmente por la decadencia del debate político y social. Lo que antes era un espacio donde se intercambiaban ideales y argumentos sólidos, hoy se reduce a discusiones simplificadas mediante descalificativos que evidencian una creciente falta de humanidad.

Este retroceso no es exclusivo de sectores politizados ni de agrupaciones partidarias, sino que afecta transversalmente a la mayoría de los ciudadanos que, aunque no estén comprometidos formalmente con un partido, manifiestan opiniones cargadas de prejuicios y desprecio hacia otras comunidades. Municipios como La Matanza, Moreno, Merlo o José C. Paz sufren a menudo la crítica destructiva y despectiva de quienes las señalan con frases hirientes y estigmatizantes tales como «les gusta cagar en un balde», «los negros no cambian más» o «les encanta vivir en el barro». Estas expresiones terminan por reforzar estereotipos negativos y promover la exclusión social.

La urdimbre de este fenómeno es compleja. Si bien es común asociar este tipo de discursos al sector acomodado, hoy se observa con preocupación que sectores amplios de clase media del conurbano, como en Tres de Febrero, reproducen este lenguaje dañino. Esto evidencia una profunda crisis de empatía y solidaridad que, lejos de unir, fragmenta las sociedades.

Las consecuencias son evidentes: el tejido social se resquebraja, amistades y lazos comunitarios se deterioran y se instala una mirada individualista en la que cada persona pareciera vivir en un mundo propio, indiferente a la realidad del colectivo. La pérdida del respeto y la comprensión entre los ciudadanos representa un desafío mayúsculo para el futuro de la democracia argentina, que requiere con urgencia recuperar el diálogo, la empatía y el reconocimiento del otro como base para una convivencia sana y plural.

Este panorama invita a reflexionar sobre la responsabilidad individual y colectiva para revertir esta dinámica de deshumanización y reconstruir espacios donde el debate vuelva a ser rico en contenido y respeto. Solo así se podrá poner freno a un deterioro que amenaza la esencia misma de la democracia en nuestro país.

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