En repetidas oportunidades, el intendente de Tres de Febrero ha utilizado como consigna política el lema “Menos impuestos, más trabajo y consumo”, vinculando la baja de tasas municipales a un supuesto aumento en la actividad económica local. Sin embargo, esta afirmación carece de sustento real y esconde una falacia que merece ser cuestionada con datos y contexto.
La realidad de los comercios y trabajadores del distrito dista mucho de ese relato optimista. Los negocios no reducen los precios o hacen descuentos sólo por una baja en las tasas de seguridad e higiene. La merma en la demanda, producto de una recesión económica prolongada y ventas muy bajas, obliga a muchos comerciantes a reducir sus márgenes para no perder todo. No es un beneficio directo ni una consecuencia exclusiva de la disminución impositiva: es una necesidad para sobrevivir en un contexto donde la economía local no arranca.
Además, los costos de servicios públicos como gas, electricidad y agua, lejos de estabilizarse, continúan en aumento. Este incremento constante golpea directamente en los gastos fijos de las pequeñas y medianas empresas, generando una presión implacable sobre sus finanzas. En paralelo, los salarios permanecen estancados o “pisados”. A pesar de una inflación controlada en ciertos períodos, el poder adquisitivo real de los trabajadores no mejora, lo que reduce aún más la capacidad de consumo.
Esta combinación letal —precios crecientes, bajos salarios y escasa circulación de dinero— no fomenta el crecimiento económico ni la generación de empleo que se promete con la simple fórmula de bajar impuestos. Lo que muchas veces se observa es todo lo contrario: la caída en las ventas lleva a los comercios a bajar precios no por política tributaria, sino como estrategia desesperada para evitar que su mercadería se deteriore almacenada sin vender.
El mito de que “menos impuestos” genera automáticamente “más trabajo y consumo” simplifica la compleja realidad económica. Ignora variables clave como la demanda real, el impacto de la inflación en los costos de vida, la capacidad de compra de los vecinos y la presión que sufren los comercios por el aumento de sus gastos corrientes. Los impuestos, si bien deben ser razonables y justificados, no son la única ni principal causa de la recesión ni del estancamiento del consumo.
Por lo tanto, para pensar en mejorar la economía local, se necesita una visión integral y realista que no se base en eslóganes repetidos sin análisis de contexto. La recuperación económica exige políticas públicas efectivas que impulsen la generación de ingresos reales, salarios dignos y costos razonables de servicios, más allá de una mera reducción impositiva que, por sí sola, no resuelve la crisis estructural.
En definitiva, la realidad demuestra que bajar impuestos no siempre significa más trabajo ni más consumo. En municipios como Tres de Febrero, esta frase funciona más como un espejismo político que como una verdad comprobada en el día a día de vecinos y comerciantes.