El 11 de agosto de 2012, la región noroccidente de Irán vivió una tragedia con dos terremotos consecutivos de magnitudes 6,4 y 6,3 que causaron al menos 306 muertos y más de 1.300 heridos.
El epicentro cerca de Ahar generó destrucción en varias aldeas y dejó una huella imborrable en una zona ya propensa a la actividad sísmica. Este desastre natural recordó la vulnerabilidad de las poblaciones ante movimientos tectónicos inesperados.