Según un informe del IPyPP, el reciente empate entre capital y trabajo informado por el INDEC es solo la punta del iceberg: la Argentina de hoy poco tiene que ver con la antigua economía industrial y equitativa del peronismo clásico.
Un dato llamó la atención en los últimos días: el INDEC informó que la distribución del ingreso entre capital y trabajo volvió a mostrar un “fifty-fifty”, es decir, un reparto similar entre la porción que va a las ganancias empresariales y la destinada a salarios. ¿Significa esto que la Argentina volvió al histórico equilibrio distributivo de mediados del siglo XX, símbolo del apogeo social y productivo nacional? El Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP) advierte que no.
El informe subraya que detrás de la aparente equidad se esconde una economía profundamente transformada tras cinco décadas de reestructuración neoliberal. Lejos de aquel modelo industrial fuerte y proteccionista —donde la industria representaba el 30% del PBI, los salarios tenían gran poder de compra y el Estado jugaba un rol central redistributivo—, hoy el fifty-fifty emerge en un contexto de desindustrialización acelerada: la industria nacional apenas pesa un 15% del PBI, el empleo asalariado formal ha cedido paso a formas precarias y los salarios efectivos perdieron capacidad adquisitiva.
Además, la centralidad de la renta financiera y los complejos mecanismos de ocultamiento de ingresos y fuga de capitales han erosionado la capacidad de la economía para canalizar excedentes hacia inversión y producción. “No hay un regreso a la equidad distributiva, sino una nueva configuración en la que las ganancias del capital no necesariamente significan más empleo ni dinamismo industrial”, señala el IPyPP. Por el contrario, la precarización laboral absorbe el shock de la baja de salarios formales, extendiendo trabajos mal remunerados e informales.
Comparado con el año 2015, el presente resulta desalentador: el tamaño de la economía es similar o menor, pero el poder adquisitivo de los salarios cayó en picada y la informalidad laboral creció. Las cuentas nacionales, además, arrojan una imagen distorsionada por una arquitectura financiera diseñada para restringir la transparencia en la apropiación real del excedente económico.
Por todo esto, advierte el informe, el fifty-fifty de hoy “no representa una mejora tangible para el mundo del trabajo ni una recuperación del modelo distributivo industrial”, sino que es reflejo de una economía donde el peso de la valorización financiera y la desigualdad son cada vez más difíciles de revertir. La discusión, concluye el IPyPP, debe mirar más allá de los números y preguntarse por la calidad de las fuentes de ingreso de los hogares, la sustentabilidad de la estructura productiva y el rol que jugarán los salarios en un país que aún busca un rumbo de desarrollo inclusivo.