El 12 de julio de 1993, a las 22:17 hora local, un terremoto de magnitud 7,7 sacudió el Mar de Japón cerca de la isla de Hokkaidō, desencadenando un devastador tsunami que arrasó la costa noroeste de la isla y causó graves daños en la región. Este evento es recordado como uno de los desastres naturales más trágicos en la historia reciente de Japón.
El epicentro del sismo se ubicó en una zona tectónicamente compleja, donde la Placa del Pacífico se subduce bajo la Placa de Ojotsk, generando una intensa actividad sísmica. El terremoto produjo una intensidad máxima de VIII en la escala de Mercalli, suficiente para provocar un gran deslizamiento de tierra y la formación de un tsunami con olas que alcanzaron hasta 31 metros de altura.
La isla de Okushiri fue la más afectada, sufriendo la mayoría de las víctimas: 165 personas perdieron la vida debido a la combinación del terremoto, el tsunami y los deslizamientos. En total, el desastre causó alrededor de 230 muertes, incluyendo víctimas en la región de Hokkaidō y en el sureste de Rusia.
El tsunami arrasó con casas, infraestructuras y comunidades enteras, provocando además importantes daños económicos y sociales. Muchas oficinas y negocios quedaron en quiebra debido a la destrucción causada. La velocidad y altura de las olas sorprendieron a la población y a los sistemas de alerta, evidenciando la necesidad de mejorar los mecanismos de prevención y respuesta ante estos fenómenos.
Este desastre natural también tuvo repercusiones en la región del Pacífico, donde tsunamis generados por terremotos similares han causado daños y pérdidas humanas en otras partes del mundo. El evento de 1993 en Hokkaidō contribuyó a reforzar la conciencia internacional sobre la importancia de sistemas de alerta temprana y educación para la mitigación del riesgo ante tsunamis.
En conclusión, el maremoto de Japón de 1993 fue una tragedia que dejó una profunda huella en la isla de Hokkaidō y en la memoria colectiva nipona, subrayando la vulnerabilidad de las zonas costeras ante fenómenos naturales de gran magnitud y la necesidad constante de preparación y resiliencia frente a estos eventos.