El 8 de junio de 1783 comenzó la erupción del volcán Laki, en Islandia, un evento volcánico que duró ocho meses y provocó una de las mayores catástrofes medioambientales de Europa.
La erupción liberó grandes cantidades de gases tóxicos y cenizas que causaron la muerte del 20% de la población islandesa y afectaron el clima mundial durante años. Se estima que más de seis millones de personas murieron en todo el mundo debido a las consecuencias indirectas, como hambrunas y enfermedades derivadas del enfriamiento global provocado por la nube volcánica.
Este desastre marcó un antes y un después en la historia de la vulcanología y la comprensión del impacto ambiental de los fenómenos naturales.