El 7 de junio de 1905, Noruega formalizó la disolución pacífica de su unión con Suecia, estableciendo su independencia como estado soberano tras casi un siglo de unión bajo una misma corona.
Este proceso fue el resultado de tensiones políticas y culturales que se habían ido acumulando desde el siglo XIX, con Noruega buscando mayor autonomía para preservar su identidad nacional y controlar sus asuntos internos.
La ruptura se concretó luego de un referéndum en Noruega donde la población apoyó masivamente la independencia, y tras negociaciones diplomáticas que evitaron un conflicto armado. Este hecho significó un cambio profundo en el mapa político europeo y sentó un precedente para la autodeterminación de los pueblos.
El rey Haakon VII, elegido poco después, se convirtió en símbolo de la nueva Noruega independiente, que desde entonces ha desarrollado una democracia sólida y un modelo social reconocido internacionalmente.