En los últimos meses, hemos sido testigos de un fenómeno curioso y contradictorio entre muchos de quienes votaron a Javier Milei y ahora promueven la idea de que la solución a la inflación y los precios altos es simple: “oferta y demanda”. Sin embargo, esta teoría económica, que en principio podría parecer razonable, se está aplicando de manera selectiva y con un doble estándar preocupante.
La paradoja de la “no compra” como solución
Ahora que Milei y su espacio político están en el poder, un sector importante de sus seguidores ha comenzado a llamar a la población a consumir menos, a elegir productos de menor calidad o directamente a no comprar ciertos bienes para “forzar” a los comerciantes a bajar los precios. La lógica que plantean es que, si la demanda baja, la oferta se ajustará y los precios caerán.
Lo llamativo es que esta postura se sostiene a costa de mantener los salarios congelados o sin exigir aumentos reales en el poder adquisitivo. En otras palabras, en lugar de reclamar salarios dignos que permitan a los trabajadores elegir libremente qué comprar, se promueve que la variable correctora sea la falta de consumo. Esto implica que la solución no pasa por mejorar las condiciones laborales o salariales, sino por que la gente no compre, sufra la escasez o opte por productos de peor calidad.
¿Dónde estaba esta teoría cuando gobernaba el “otro lado”?
Lo más contradictorio es que esta misma teoría de “no comprar” o “dejar que el mercado se regule solo” no se aplicó cuando quienes gobernaban no eran sus preferidos. En esos momentos, el discurso predominante fue culpar al Estado y defender a las empresas, sin cuestionar los precios ni llamar a la población a reducir el consumo. La responsabilidad siempre recaía en el gobierno anterior y en la supuesta intervención estatal.
Ahora, con un gobierno de derecha, esos mismos sectores que antes defendían a rajatabla a los comerciantes y a la libertad del mercado, se lanzan en contra de ellos, pidiendo boicots y alentando a no comprar, como si la solución fuera castigar al consumidor y al comerciante, pero no exigir mejores salarios ni políticas públicas que aumenten la capacidad de compra.
Un doble estándar que perjudica a los más vulnerables
Este doble estándar no solo es incoherente, sino que también es peligroso. Al promover la idea de que la única forma de bajar precios es que la gente no compre, se está condenando a los sectores más vulnerables a la falta de acceso a productos básicos y a la precarización de sus condiciones de vida. La economía no es solo un juego abstracto de oferta y demanda, sino una realidad que afecta a millones de personas que necesitan un ingreso digno para vivir.
La verdadera solución para que los precios se ajusten de manera justa y sostenible pasa por aumentar los salarios y fortalecer el poder adquisitivo de la población. Solo así se podrá elegir con libertad qué comprar, sin tener que resignarse a productos de menor calidad o a no consumir. El doble estándar de muchos votantes de Milei revela una mirada sesgada y parcial de la economía, que termina perjudicando a quienes más necesitan una política económica responsable y equitativa.