El 21 de mayo de 1792, el volcán Unzen, ubicado en la isla japonesa de Kyushu, entró en erupción con una fuerza devastadora que provocó un tsunami y una avalancha de lodo, causando la muerte de más de 15.000 personas.
Esta tragedia natural es considerada una de las peores catástrofes volcánicas en la historia de Japón y tuvo un impacto profundo en las comunidades afectadas, así como en la gestión de riesgos volcánicos en el país.
Este evento subraya la vulnerabilidad humana frente a la fuerza de la naturaleza y la importancia de la prevención y la preparación ante desastres.