En las recientes elecciones legislativas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la participación ciudadana alcanzó apenas el 48% del padrón habilitado, un dato que marca una de las tasas más bajas de los últimos años y que enciende una luz de alerta sobre el estado de la democracia local.
Con un padrón que supera los 3 millones de personas, casi la mitad decidió no acudir a las urnas, a pesar de la amplia oferta electoral: 17 listas compitiendo por un lugar en el Congreso. Este fenómeno refleja un creciente cansancio y desinterés de una parte significativa del electorado, que prefirió mantenerse al margen del proceso democrático.
La baja participación no solo es un indicador estadístico, sino una señal preocupante para la salud de las instituciones democráticas. Cuando casi uno de cada dos ciudadanos habilitados para votar opta por no hacerlo, se pone en evidencia una pérdida de confianza en el sistema político y en las alternativas que este ofrece.
Este desencanto puede tener múltiples causas: desde la falta de propuestas claras y convincentes, hasta la percepción de que el voto no genera cambios reales en la vida cotidiana. Sin embargo, el resultado es el mismo: una democracia que se debilita cuando sus ciudadanos eligen no participar.
Para revertir esta tendencia, será fundamental que los partidos políticos y las autoridades electorales trabajen en recuperar la confianza y el compromiso de los votantes, promoviendo una mayor transparencia, representatividad y diálogo con la sociedad.
La participación electoral es el pilar sobre el cual se sostiene la democracia. Que casi la mitad del padrón de CABA haya decidido no votar debe ser una alarma para todos: es momento de reflexionar y actuar para fortalecer nuestras instituciones y garantizar que la voz de cada ciudadano sea escuchada.