Foster Gillett, un empresario estadounidense de 47 años, hijo de George Gillett, quien fue dueño del Liverpool entre 2007 y 2010, llegó a la Argentina con grandes expectativas y promesas de invertir en el fútbol local.
Su entrada en el mercado argentino se centró en Estudiantes de La Plata, donde negoció un acuerdo de inversión con el presidente Juan Sebastián Verón por más de $150 millones. Sin embargo, su paso por el país ha estado marcado por incumplimientos y controversias.
Gillett abonó la cláusula de rescisión de Cristian Medina por $15 millones para que el jugador pasara de Boca Juniors a Estudiantes. También se involucró en la compra de jugadores como Rodrigo Villagra de River Plate por $11.5 millones y Valentín Gómez de Vélez Sarsfield, pero estos pagos no se han materializado. Valentín Gómez, por ejemplo, fue ofrecido al Udinese, pero Vélez no ha recibido el dinero, dejando al jugador en un limbo.
Gillett logró apoyo del gobierno nacional, específicamente del ministro de Turismo y Deportes, Daniel Scioli, para implementar un modelo de Sociedades Anónimas Deportivas (SADs) como prueba piloto en Argentina. Sin embargo, este proyecto enfrenta resistencia de la AFA, que se opone a la transformación de clubes en SADs.
A pesar de las promesas, Gillett acumula deudas por más de $29 millones con clubes como River Plate, Vélez Sarsfield y Estudiantes. River Plate incluso estableció un ultimátum para que se cumplieran los pagos pendientes por Rodrigo Villagra. La falta de cumplimiento ha paralizado operaciones clave y ha dejado a varios jugadores sin saber qué pasará con sus carreras.
La llegada de Foster Gillett a la Argentina, lejos de ser una revolución financiera, ha generado más problemas que beneficios. Las promesas de inversión y los acuerdos millonarios han quedado en papel mojado, dejando a clubes y jugadores en una situación precaria. La falta de transparencia y el incumplimiento de pagos han convertido a Gillett en un tema de controversia en el fútbol argentino.