CRISIS DE ANSIEDAD: LA HUELLA EMOCIONAL DE LA PANDEMIA

La pandemia de COVID-19 ha dejado una huella profunda en la salud mental de la población mundial, evidenciada por un notable aumento en los trastornos de ansiedad. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia de la ansiedad y la depresión aumentó un 25% durante el primer año de la pandemia. 

Este fenómeno ha sido especialmente marcado entre los jóvenes y las mujeres, quienes han experimentado tasas más altas de angustia emocional.

El confinamiento, una medida necesaria para frenar la propagación del virus, generó un ambiente de miedo e incertidumbre. Las personas se enfrentaron a un aislamiento prolongado, lo que exacerbó sentimientos de soledad y ansiedad. Un estudio realizado en Argentina reveló que, tras dos meses de cuarentena, el 45.6% de los encuestados mostraba síntomas de depresión y el 27% manifestaba ansiedad, principalmente debido a la incertidumbre y el encierro. 

Este contexto se tradujo en un aumento en las consultas por trastornos mentales, con un incremento significativo en los casos diagnosticados.

A pesar del impacto negativo inicial, algunos estudios sugieren que muchas personas han mostrado una notable capacidad de resiliencia. A lo largo del tiempo, los síntomas de ansiedad y depresión comenzaron a disminuir a medida que las personas se adaptaban a la nueva normalidad. Sin embargo, el daño psicológico no debe subestimarse; muchos continúan lidiando con secuelas emocionales significativas. La OMS ha advertido que el efecto prolongado del COVID-19 podría llevar a un aumento en los trastornos mentales a largo plazo.

La creciente carga de trastornos mentales ha llevado a un llamado urgente para reforzar los servicios de salud mental. A pesar de que el 90% de los países han incluido la atención psicológica en sus planes de respuesta a la pandemia, persisten importantes carencias en el acceso y la calidad de estos servicios. 

La salud mental debe ser una prioridad en las políticas públicas para abordar las consecuencias duraderas del COVID-19.En conclusión, mientras que algunos han logrado recuperarse y adaptarse tras el impacto inicial de la pandemia, otros siguen enfrentando desafíos significativos relacionados con la ansiedad y otros trastornos mentales.

Es esencial que se tomen medidas efectivas para apoyar a aquellos afectados y prevenir futuros brotes de problemas psicológicos en la población.

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