Se picó. La dos derrotas parlamentaria que sufrió La Libertad Avanza en menos de 24 horas (la elección de Martín Lousteau en la Bicameral de Inteligencia y el rechazo al DNU 656/24  en Diputados) agregaron picante al caldo de cultivo que se venía cocinando tras la visita de diputados a represores y esa olla terminó por explotar en la reunión del bloque libertario de la Cámara baja. Hubo de todo: gritos, llantos, amenazas y el retiro de una diputada -Lourdes Arrieta- con los custodios de seguridad.

Todas las versiones de la historia coinciden en el inicio. Los legisladores de La Libertad Avanza hicieron un careo tras la sesión parlamentaria. Fue en uno de los despachos y uno de los ejes era revisar la estrategia frustada ya que no solo se consiguió el quorum para voltear el DNU que brindaba 100 mil millones de pesos a la nueva-vieja Secretaría de Inteligencia (SIDE) sino que tampoco articular junto con los “aliados” del PRO y la UCR algunos repudios que tenían en carpeta. Allí apuntaron contra Rocío Bonacci y Lourdes Arrieta, al acusarla de haberse sentado al momento en el que la oposición buscaba el quórum.

Pero eso fue, apenas, la picada. Porque el plato fuerte llegó después. Otra vez los reproches estuvieron orientados contra ambas diputadas. Pero esta vez por sus declaraciones tras visitar a los genocidas de la última dictadura militar. Y quienes tuvieron la voz cantante fueron tres: Beltrán Benedit, Gabriel Bornoroni y Nicolás Mayoraz. Este último, según deslizaron algunos testigos del escándalo, recriminó a Arrieta haber ensuciado a Martín Menem no sólo en su descargo a la prensa sino en la denuncia judicial, donde confesó que las combis que llegaron al penal de Ezeiza fueron enviadas por el sector de ceremonial a cargo del presidente de la Cámara de Diputados. Eso no fue lo único que contó la dipu-patito: dejó al descubierto cómo funciona el grupo de amigos de los genocidas que pretenden que vuelvan a sus casas.

Y en medio del reproche, el caos. Las crónicas parlamentarias coinciden en que Arrieta estalló en llanto -aparentemente por no tener la palabra- y empezaron los gritos. Del otro lado insistían en que sea expulsada del bloque. Rondando por los pasillos del Congreso estaba José Bonacci, padre de Rocío, y un siempre presente en manifestaciones filonazis. Entró como una tromba cuando escuchó gritos y creyó que los diputados libertarios estaban apuntando contra su hija, otra de las que se intentó despegar de la cumbre con represores de la calaña de Alfredo Astiz o Adolfo Donda. También se hizo presente el abogado de Arrieta, Yamil Castro Bianchi, quien desribió que a Arrieta no la “dejaban salir”. “Menem es un cagón”, aseguró.

La cosa siguió escalando y, en ese momento, ingresó y le recomendó a Arrieta que esperara en otro lado. Al parecer, primero, se dirigió luego al destacamento policial de la Cámara de Diputados. Y luego salió del Parlamento, con el rumor de iniciar una denuncia penal por maltratos y amenazas.

Por suerte, para apacigar las aguas, salió Lilia Lemoine. Ante la prensa, a la salida del Congreso, la expeluquera de Milei dijo que lo que vio fue “un escándalo hecho por la diputada con los patitos en la cabeza”.

“Es una desequilibrada”, diagnosticó.

Fin del capítulo. La novela sigue.