Nos llena de felicidad y de orgullo recibir este 1 de julio entre compañeros y compañeras de la provincia de Buenos Aires y con los que nos acompañan del resto del país, con las organizaciones, junto al movimiento obrero y en la quinta de San Vicente, donde hoy descansa el general Perón. Recordamos a Perón en su lugar de descanso y entre peronistas.

Estamos hoy reunidos para homenajear a Perón pero, sobre todo, estamos acá para reafirmar la vigencia de sus ideas. Y para sostener, frente al actual experimento anarcocapitalista que tanto daño está causando, que la alternativa se llama peronismo. Algunos pensarán que estamos acá para recordar el pasado. Se equivocan. Estamos acá para construir el futuro.

Durante los 50 años que siguieron a la muerte de Perón, el peronismo transitó muchas etapas. Sabemos que no todas fueron plenamente leales a su doctrina. En el siglo XXI, fueron Nestor y Cristina quienes le devolvieron al peronismo la fuerza transformadora con la que nació gracias a Perón, cuando les dio protagonismo a las masas populares que habían sido marginadas de la vida política y de los derechos sociales durante los períodos de la historia que tanto admira el actual Presidente. El peronismo fue precisamente la respuesta del pueblo a ese país tan injusto, que con Perón y Evita empezó a democratizar el bienestar, la dignidad y la felicidad. Y décadas después, gracias a Nestor y a Cristina “peronismo” volvió a ser una palabra y una fuerza incómoda para los poderosos. Una fuerza transformadora.

Durante estos 50 años intentaron mil veces dar por muerto al legado de Perón. Hoy, Milei quiere instalar en Argentina un modelo extractivista, quiere convertirnos en una sociedad dual, con un pequeño polo de privilegiados de un lado y otro polo inmenso de postergados y precarizados del otro. No es un modelo inventado por Milei. Al contrario, es un modelo que efectivamente se instaló e impera en varios países de la región. Pero choca y va a chocar con uno de los más poderosos legados de Perón. La oposición a ese modelo primarizador y sin soberanía surge de la enorme mayoría de nuestro pueblo que no está dispuesta a resignarse, no está dispuesta a entregar sus derechos y sus conquistas. Ahí es donde vive Perón junto a Evita, en esa conciencia de justicia, en la certeza de ser portadores de derechos sólo por habitar el suelo argentino.

Les va a resultar imposible convertirnos en una colonia, porque por acá pasó Perón y dejó al peronismo instalado en las conciencias y en las voluntades de los argentinos. En el corazón del pueblo.

Como sostenía Evita en su discurso del día del trabajador en 1950: “El peronismo no se aprende ni se proclama, se siente y se comprende. Es condición de fe; nace del análisis de los hechos por la razón de sus causas y consecuencias; es dinámica hecha historia; es la conciencia hecha justicia, que reclama la humanidad de nuestros días; es trabajo, es amor, es sacrificio. Es, en suma, fe hecha partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patria”.

Hoy a los peronistas nos duele este presente que atraviesa nuestra patria. Nos duele que la gobierne un Presidente que hizo campaña diciendo que la Justicia Social es una aberración. Ese presidente está llevando esas ideas a la práctica con los resultados que observamos: más desigualdad, menos derechos, menos trabajo, más desempleo. En resumen, Milei para la Argentina significa más privilegios para pocos y menos derechos para muchos, es decir, exactamente lo contrario de lo que significa el peronismo.

En un tiempo donde el aire y las redes se llenan de mentiras, las verdades peronistas son más necesarias que nunca. La número 20 es central en este momento: “En esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo”. Ese pueblo es el que sufre las privaciones que le impone el actual rumbo económico. Esas privaciones sociales hacen cada vez más difícil el ejercicio de la libertad, esa idea tan importante que Milei bastardea y usa de forma fraudulenta.

Hay que escuchar de nuevo a Perón cuando se refería a la libertad. Decía Perón: “Hay dos clases de libertad: la libertad de las naciones, basada en la libre determinación de los pueblos, en la soberanía política y en la independencia económica, y la libertad del hombre, que consiste en el respeto de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes. Hay, pues, una libertad esencial, la colectiva, y otra que es su consecuencia: la individual. Nadie puede presuponer hombres libres en una nación esclava”.

Perón quería terminar con el Estado indiferente y el Estado abstencionista. Hoy hablamos de un “Estado desertor” para describir lo que está haciendo Milei. Por decisión del presidente Milei, el Estado nacional no sólo está aplicando un plan de ajuste y desregulación feroz, sino que está desertando de sus obligaciones más constitutivas, de sus tareas más elementales e irrenunciables. Cada vez queda más claro: el Presidente Milei no vino solo a achicar el Estado, quiere desintegrarlo, así como quiere desintegrar la unidad nacional cuando pisotea al federalismo.

Hace poco el Presidente dijo: “soy un topo, vengo a destruir el Estado desde adentro”. Si es ése su objetivo como Presidente, más que un chiste parece la confesión de un crimen, de un crimen social. El sueño de Milei, una Argentina sin Estado, es en realidad una pesadilla para la inmensa mayoría. Una Argentina sin Estado sería una Argentina sin educación y sin salud para las mayorías, una Argentina sin obras públicas, sin desarrollo, sin ciencia, sin soberanía, sin paz. Hoy en día, en el mundo entero, ante la fragilidad geopolítica, la inestabilidad financiera y las guerras desatadas, todas las fuerzas políticas, en cada país, buscan formas de defender y proteger a sus pueblos. Todas menos la de Milei. En todo el mundo, desde Estados Unidos a Europa, pasando por Rusia y China, es la hora de los nacionalistas, no de los vendepatria. El Papa Franciso, un argentino que está haciendo historia y que se transformó en una de las referencias más influyentes de este mundo en crisis, es claro: “Estados nacionales son ahora más necesarios que nunca”.

El mismo Presidente que ataca al federalismo, que agrede los derechos del pueblo y las instituciones de la democracia es el que lanza una invitación al llamado pacto de mayo que, como ya dije, ni es pacto ni es de mayo. Le vuelvo a proponer a Milei que celebre su pacto el 4 de julio, una fecha más adecuada para la entrega del país que intenta llevar adelante.

Cuando en 1973 Perón propuso su Pacto Social, lo hizo luego de deliberar, consensuar e incluir a todos los sectores: a la industria, el campo, el movimiento obrero y al Estado. Y el primer objetivo del pacto social fue alcanzar una participación de los asalariados del 50% en el ingreso nacional, en un lapso de cuatro años, incrementando los salarios reales de la masa obrera argentina. En la misma línea, nuestro único pacto es con el pueblo, es con la patria y no lo vamos a traicionar por una foto.

El Presidente ni siquiera cumple su pacto básico: con la Constitución. Cuando deje de agredir, cuando nos devuelva a las provincias los recursos que nos sustrajo, cuando deje de poner al país al riesgo de romper relaciones con sus vecinos y socios comerciales, cuando deje de ahogarnos financieramente, cuando deje de atacar al pueblo… bueno, recién ahí se podría hablar de acuerdo.

Pero aun en este oscuro panorama, existen motivos para el optimismo. Un sector importante de la sociedad está dispuesto a defenderse. En estos meses, los sindicatos, el movimientos feminista, las organizaciones de derechos humanos, los científicos, el movimiento estudiantil, los artistas y los movimientos sociales salieron a la calle a reclamar por sus derechos. Ese pueblo movilizado que vemos organizarse y resistir, que no se deja pisotear ni baja la cabeza, también encarna el legado de Perón: nadie les va a hacer creer a los argentinos que no merecen una vida digna. En esta patria por la que pasó Perón nadie se resigna a la injusticia, nadie naturaliza las desigualdades.

En esta hora tan dolorosa para el país, nuestra tarea no puede limitarse a la denuncia o a la resistencia: como gobierno de la provincia más grande del país y como principal fuerza política de la oposición, tenemos dos tareas: crear un escudo y una red para proteger los derechos que el presidente ataca, reduciendo el daño social que causan las políticas y sustituyendo en todo lo que podamos un Gobierno Nacional que abandona sus obligaciones.

Y, al mismo tiempo, debemos construir junto a las fuerzas populares y democráticas de la Argentina una alternativa que en el futuro permita revertir la destrucción en curso, y poner al país en el camino del desarrollo y la inclusión. No nos vamos a desmoralizar, no vamos a bajar los brazos. Vamos a organizarnos para luchar por el proyecto de país que nuestro pueblo merece. Ese proyecto de país está inspirado en las ideas y el legado de Perón y sus banderas están más presentes que nunca:

La dignidad no es un negocio.

Los derechos no se miden por la ganancia económica.

La solidaridad no es un cálculo ni una transacción.

La libertad sólo es posible con igualdad de oportunidades.

La vida no es un mercado y la patria… ¡la patria no se vende!

A 50 años de la muerte de Perón, el objetivo peronista de una patria libre, justa y soberana sigue vivo. A 50 años de Perón, el peronismo sigue de pie y derecho al futuro.