Los hechos se produjeron el 28 y 29 de septiembre de 1966, donde con apenas 23 años, junto a otros 17 militantes encabezados por Dardo Cabo, militante metalúrgico, y también con la participación del entonces periodista Héctor García que narró los acontecimientos, el grupo embarcó en un avión de Aerolíneas Argentinas con destino a Río Gallegos desde Buenos Aires.
Tomaron el vuelvo y lo desviaron hacia las Islas donde lograron donde lograron reducir a la seguridad británica e izar la bandera argentina cantando el himno argentino. Ello generó un enorme impacto político porque los hechos coincidieron con la visita a Argentina del Príncipe de Edimburgo.
“Dardo Cabo, con quien tenía una amistad desde muy joven me comunicó a mí y otro compañero que tenía una idea de hacer un desembarcó en Malvinas. No le di mucha importancia porque muchos compañeros tenían esa idea en esa época”, rememoró tiempo atrás Castillo.
“Un día me llaman y me dicen que vaya al local de la UOM en Munro. No sabía para qué. Ahí lo veo a Dardo y me dice: -¿vamos a Malvinas?-, y fui. Hoy muy orgulloso de haber hecho esa patriada”, agregó.
“Cuando aterrizamos no fue en un aeropuerto. En mi caso fui el primero en bajar. No teníamos escalera, por lo cual me colgué de una soga, me iba deslizando y me lastimé las manos, por lo cual salté y así fue como toqué suelo en las islas. Izamos la bandera, cantamos el himno llorando. Fue una emoción muy grande que voy a recordar por siempre”, narró sobre el episodio.
“Hicimos siete prisioneros, entre ellos al jefe de Policía y a un mercenario belga. Además rebautizamos al lugar como Puerto Rivero en homenaje al Gaucho Rivero. Fue un hecho de participación popular en la reivindicación de la soberanía”, recordó.
Tras pactar la salida “sin rendición”, subrayaron los protagonistas, regresaron a la Argentina donde fueron encarcelados por la dictadura de Onganía que desarrollaba en esos días su alianza con los monopolios internacionales. En el caso de la mayoría, donde estuvo incluido Castillo, la prisión fue por nueve meses, otro durante tres años por tener causas políticas previas.
Pese a la cárcel, Castillo continuó con la militancia. Durante la última dictadura cívico militar fue detenido y enviado a la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) donde recibió, como los que pasaron por allí, tortura y vejámenes. Pudo salvar su vida, pero estuvo dos años alojado en el mismo infierno. De allí pudo exiliarse.