El 9 de agosto de 1974, Richard Nixon se convirtió en el primer y único presidente de Estados Unidos al renunciar voluntariamente al cargo.
Su dimisión fue consecuencia directa del escándalo Watergate, un caso de espionaje y encubrimiento político que minó su apoyo y provocó una crisis institucional en el país.
El día anterior, Nixon anunció en un discurso televisado que dejaría la presidencia para permitir la sanación del país. Su renuncia formal fue entregada por escrito a su secretario de Estado, y el vicepresidente Gerald Ford asumió la presidencia.
El escándalo y la dimisión de Nixon marcaron un antes y un después en la política estadounidense, reforzando el papel de la prensa y los límites al poder presidencial.