El 12 de mayo de 2017 se desató un ciberataque masivo que afectó a sistemas informáticos de más de 150 países.
El ataque, conocido como WannaCry, utilizó un ransomware que cifraba datos y exigía un rescate en criptomonedas para su liberación. Este incidente evidencia la vulnerabilidad de infraestructuras críticas, hospitales, empresas y gobiernos frente a amenazas cibernéticas.
La rápida propagación del ataque impulsó una mayor conciencia global sobre la seguridad informática y la necesidad de fortalecer las defensas digitales en un mundo cada vez más interconectado.