48 AÑOS DEL SECUESTRO Y DESAPARICIÓN DE LOS 12 DE LA IGLESIA DE LA SANTA CRUZ

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Recordamos un capítulo clave del terrorismo de Estado en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA).

Entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977, la dictadura cívico-militar que azotó Argentina desplegó una de sus operaciones más crueles: el secuestro y desaparición de un grupo de 12 personas vinculadas a la Iglesia de la Santa Cruz, un espacio que había sido un punto de encuentro y organización para familiares de desaparecidos.

Durante el terrorismo de Estado, la Iglesia de la Santa Cruz fue un lugar fundamental para la comunidad eclesiástica y los familiares de desaparecidos, donde se articulaban acciones para denunciar y visibilizar la represión que sufría el país. Allí se gestaban campañas como coleccionadas y solicitadas para exigir la aparición con vida de sus seres queridos.

La planificación de los secuestros comenzó meses antes, con la infiltración del marino Alfredo Astiz, que utilizó una identidad falsa, «Gustavo Niño», para ganar la confianza del grupo. El operativo se concretó entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977, cuando grupos de tareas de la Marina, desde la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), llevaron adelante la cacería de estas personas.

El 8 de diciembre, tras finalizar una reunión para organizar una colecta y publicar un reclamo en los diarios, fueron secuestradas las Madres de Plaza de Mayo Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, la monja francesa Alice Domon, y los militantes Ángela Auad, Gabriel Horane, Raquel Bulit y Patricia Oviedo. Ese mismo día, también fueron detenidos Remo Berardo en su hogar, y Horacio Aníbal Elbert y José Julio Fondevila en un bar que utilizaban como punto de encuentro.

El operativo culminó el 10 de diciembre con el secuestro de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, y la monja francesa Léonie Duquet.

Durante más de diez días, los 12 detenidos fueron sometidos a torturas y vejaciones inhumanas en el centro clandestino de detención de la ESMA. Posteriormente, fueron arrojados vivos al mar en uno de los llamados “vuelos de la muerte”. Algunos cuerpos fueron arrastrados por la corriente y enterrados como NN en el Cementerio de General Lavalle.

Gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), varios restos óseos fueron identificados años después, permitiendo devolver su identidad a las víctimas y fortalecer la lucha por la verdad y la memoria.

Hoy, el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA) se erige como un símbolo para recordar y denunciar el terrorismo de Estado, honrando la resistencia y el compromiso de quienes defendieron los derechos humanos en tiempos de oscuridad.

Con información de Espacio, Memoria y Derechos Humanos (Ex Esma).

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