El 23 de abril de 1563, con oraciones previas y en presencia del arquitecto Juan Bautista de Toledo, se colocó la primera piedra del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, un símbolo del poder y la fe en la España de Felipe II.
Este complejo arquitectónico, que combina arte, religión y política, se concibió como una «maravilla» renacentista y un «espejo de la sabiduría divina».
La obra se convirtió en un archivo sacro y un testimonio de la Contrarreforma, reflejando la unidad entre arte y poder que caracterizó el reinado de Felipe II.