En la madrugada del 7 de junio de 1905, la ciudad de Santa Fe, capital de la provincia homónima en Argentina, sufrió una de las inundaciones más devastadoras de su historia debido a la crecida extraordinaria del río Paraná.
El desborde del río provocó la destrucción de viviendas, infraestructura y cultivos, afectando gravemente a la población local.
Este desastre natural puso en evidencia la vulnerabilidad de la ciudad frente a las crecidas fluviales y motivó posteriormente importantes obras de ingeniería y planificación urbana para mitigar futuros riesgos.
La tragedia también tuvo un impacto social profundo, movilizando la solidaridad nacional y regional para asistir a los damnificados y reconstruir la ciudad.